Teófilo Quico Tabar
Hasta que las personas no llegan a acumular cierta cantidad de años o de experiencias, muchas veces no logran necesariamente comprender la importancia de tener verdadera responsabilidad y conciencia de lo que se precisa hacer. O sea, cuando ya son capaces de despejar incertidumbres, decidir algo, comportarse de un modo determinado. Y es mucho más fácil de lograr cuando pueden liberarse de las pasiones íntimas y de las presiones externas.
En la práctica casi todo el mundo ha logrado apreciar estos fenómenos en diversas actividades.
En las que tiene relación con los asuntos personales o con las actividades públicas como privadas. Haciendo cosas o actuando bajo determinados puntos de vista, que con el tiempo se dieron cuenta de que eran herrados.
Los seres humanos verdaderamente libres son los que logran adquirir dominio, pero no sobre el mundo, sino el dominio de sus actos. Por eso es importante para los seres humanos, enseñarse de manera constante, a sí mismos como a los demás, el buen uso de la determinación y de la libertad.
Algunos pensadores han escrito que: “el deber es, de hecho, la conquista de la libertad. La exaltación progresiva. El impulso hacia lo mejor. El florecimiento continúo del objetivo. Porque el deber antes de imponerse desde afuera por mandato de la ley, se impone desde adentro como la ley del ser ávido de crecimiento. Como la ley del espíritu, ávido de afirmarse; como la ley de la libertad buscando la perfección”.
Por eso, la conciencia no basta. Siempre es necesario agregarle la eficacia. Nótese que mucha gente bien intencionada no logra las metas y los objetivos que se han propuesto y con los que han comprometido a terceros. Se quedan a mitad de camino o se han cansado en el esfuerzo.
La eficacia requiere ante todo de objetividad. Para algunos, el secreto del éxito en la acción es el sometimiento al objeto. Partiendo de que los seres humanos se vuelven eficaces, siempre combinando la estrategia con lo táctico. Cuando logran ver de lejos y vivir hacia adelante. Captar los grandes proyectos y emplear los medios adecuados. Situarse en medio del desarrollo histórico y tomando las debidas precauciones.
Muchos seres humanos eficaces tampoco le temen al fracaso, pero hacen todo lo posible para evitarlo. Aunque hay ocasiones en que los fracasos han aportado más a su formación que algunos éxitos. Y gracias a esos fracasos han podido alcanzar esas metas.
Algunos seres humanos eficaces acumulan poco a poco y meditan. Tardan en decidirse y lo hacen en el momento conveniente. Cada día se forman mejor en vista de sus nuevas oportunidades. Ven con mayor amplitud y decisión a la vez. Todo les sirve. Todo es un aporte. Quieren lo bueno o lo que les conviene. Y como tienen necesidad de ello, cuando sienten que los quieren privar o limitar, se lanzan sobre esos objetivos aunque representen riesgos. Sin embargo, pese a todo lo que se diga, los años y la experiencia indican que los seres humanos más eficaces son los que le temen a Dios y respetan sus preceptos.