Teófilo Quico Tabar
La semana pasada escribí acerca de que el tiempo pasa inexorablemente en cualquier actividad, incluyendo la política y los períodos de Gobierno. Lo corto que resulta para un Gobierno como en el caso de Luis Abinader, quien asumió su mandato en medio de una pandemia de tal magnitud, que tal vez sea la más grande que las presentes generaciones hayan vivido o conocido.
En ese sentido, el estimado amigo Efraín Castillo, siempre atento a lo que se publica, recordó a San Agustín en su profunda reflexión filosófica sobre el tiempo. Pero igualmente esta misma semana leí una nota del Papa Francisco haciendo mención al tiempo. Diferentes épocas. Diferentes estilos. Diferentes contextos, pero siempre poniendo el tiempo como objeto.
San Agustín escribió:” ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que si digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no es?”
Continuó diciendo: “Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente, para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito. Cómo deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el tiempo sino en cuanto tiende a no ser”.
El Para Francisco, según la nota publicada y atribuida a él expresó: “que hay que aprender en la vida a servir y luego hacerse a un lado, y nunca aferrarse a roles y posiciones y saber decir adiós en el momento adecuado”.
El tiempo, que para muchos jóvenes tal vez no tenga gran significado en función de que sus vidas apenas empiezan o están en la mediana edad, para los que ya llevamos vividos 7, 8 y más décadas, tiene un significado muy especial. Sobre todo cuando se mantienen los deseos de aportar y contribuir. De continuar haciendo algo más. Aunque las fuerzas no sean las mismas, pero con verdadero espíritu y voluntad de servir. De ser útiles a las familias y a la sociedad.
Sin embargo, para las capas sociales de todas las edades, jóvenes y mayores, siempre será prudente tener pendientes las reflexiones filosóficas de San Agustín. Pero, particularmente para los que ya contamos con muchas décadas encima, también será prudente reflexionar en las expresiones del Papa Francisco, sobre la conveniencia de saber cuándo debe ser el momento adecuado de decir adiós a las posiciones y obligaciones más allá de las personales o familiares.
Porque lo queramos reconocer o no, hay brechas generacionales. Diferencias a veces abismales en determinadas concepciones de la vida y comportamiento. No porque unas sean válidas, mejores o convenientes frente a las otras, sino porque con el paso del tiempo, los parámetros conductuales inexorablemente se hacen diferentes.
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