Teófilo Quico Tabar
Probablemente por mi edad y el tiempo en la administración pública, muchas personas, incluso medios de comunicación están solicitando mi opinión acerca de lo que está ocurriendo a nivel de la Justicia y algunos exfuncionarios públicos. Sobre lo cual ni he opinado ni pienso hacerlo. Aunque si entiendo oportuno exponer algunas ideas acerca de los deberes de los servidores públicos, particularmente de los funcionarios.
Comencé a trabajar en el año 1960 en el Banco Agrícola e Industrial de la República Dominicana como se llamaba antes.
En la industria azucarera Estatal, Cancillería, Banco Central, Corporación de Fomento Industrial, Inespre, Aduanas, Impuestos Internos y ahora en la Lotería en niveles bajos y medios y como director o administrador general en las últimas cinco (5) instituciones.
Trabaje de forma directa con varios presidentes. Comenzando con don Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Joaquín Balaguer en sus últimos 10 años de Gobierno, con Hipólito Mejía y ahora con Luis Abinader. Con quienes por igual he tenido la dicha de haber mantenido y mantener una relación de respeto y amistad. Ninguno de ellos me ha dado instrucciones que no pudieran hacerse de manera escrita o pública. Siempre dentro de los canales éticos o morales.
Pero también hay que decir, que los presidentes no necesariamente tienen que saber de todo. En virtud de lo cual, cuando alguien va a hacerles planteamientos, ellos están en el deber de consultar. Buscar opiniones diferentes, antes de tomar decisiones. Porque ellos pueden tener ideas generales de todo lo que envuelve la administración pública o el país, pero no necesariamente tienen que ser especialistas en cada una de ellas.
Y ahí entra el deber y obligación de los funcionarios. De explicarles las cosas de manera clara. Sobre todo si se sienten amigos de los superiores o están comprometidos con su partido. Dentro de un orden de respeto, hay que advertirles y si es necesario disentir. Aportando las razones para ello. Porque prácticamente todas las cosas tienen un haz y un envés, pero no todo el mundo mira la hoja del mismo lado. Con la mejor intención puede ver una parte, pero no necesariamente la otra.
Puedo escribir muchos artículos de posiciones divergentes a lo largo de mi carrera pública, con funcionarios e incluso con presidentes. Y como la mayoría de los que conocieron esos episodios están vivos y activos, pudieran dar testimonio de ello. Pero todo se desarrolló dentro de un clima de respeto. A pesar de mi carácter.
Lo que sí puede acarrear daños, es hacer las cosas porque alguien piense que a sus superiores les conviene; porque vino fulano a decirle que es una orden superior e interpretando que sus jefes lo aprueban o porque tengan temor. Igualmente, es sumamente dañino, dejar que cada quien actúe según su criterio, aún teniéndole confianza. Porque en el Estado se mueven muchos intereses. El Estado no es un asunto de amigos. Es algo muy serio. Y muchos, probablemente dejándose llevar por suposiciones o temor, han podido cometer errores de los que luego tengan que arrepentirse. Por eso siempre repito que hay que temerle a Dios más que a los humanos.
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